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Rebeca Khamlichi

Rebeca Khamlichi (Madrid, 1987) no es una pintora. Es una forma de pintar. En su universo conviven a codazos el diseño gráfico y la iconografía religiosa del siglo XVII, los dibujos animados y Michael Haneke, el rosa chicle y las Pinturas Negras de Goya, el Superflat y la copla: algo así como si Doña Concha Piquer se arrancara por haikus.


Desde sus inicios, cuando fue elegida una de las pintora más prometedora del mundo ( Premio Global Diamond Artist 2015 Liquitex, Windsor & Newton), su paleta pop y naif se ha ido empapando de los pigmentos del compromiso social: desde la denuncia de la violencia de género e infantil a su activismo en defensa de una adecuada salud mental, temas presentes también en sus dos libros autobiográficos, tan celebrados por los lectores como elogiados por la crítica.

Y todo ello sin abandonar el uso de sus vibrantes colores pasteles y flúor, ni de su cóctel imposible de tradición y cultura urbana, ni de sus criaturas de dibujos animados, vehículos todos para revelar de forma tan sutil como personal, verdades profundas incómodas: algo así como hornear un pastel de frambuesa y rellenarlo de tabasco.


Así, por su trazo vibrante han desfilado vírgenes pop, princesas medicadas, extraterrestres desconcertados, monstruos de ternura conmovedora, mujeres que se tatúan la cara con poemas, autorretratos suicidas y revisiones lisérgicas de los grandes maestros, de Tiziano a Goya.


Su obra ha estado presente tanto en diferentes instituciones públicas y privadas como en colecciones particulares, festivales musicales, libros ilustrados, campañas publicitarias y colaboraciones artísticas con marcas.
Por ella y por su trabajo también se han interesado los medios de comunicación más importantes de España : entre otros, los periódicos El País, ABC, El Español o 20Minutos, emisoras de radio como la Ser o cadenas de televisión como Antena 3, Televisión Española o Cuatro, y revistas como Glamour, Harper´s Bazaar, Yorokobu o AD.


Rebeca pinta en Madrid en una terraza con vistas a los tejados del barrio de Lavapiés. Y lo hace, dice, porque- de momento- los acrílicos se dispensan sin receta médica.